Thursday, May 23, 2019

Itinerario de la Revolución Rusa de 1917 - Ramón Doll

Itinerario de la Revolución Rusa de 1917 - Ramón Doll 441-doll-itinerario-de-la-revolucion-rusa.jpg
http://www.libreria-argentina.com/libros/ramon-doll-itinerario-de-la-revoucion-rusa.html
978-9-56-347132-8
152 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm. 
Ediciones Sieghels
2019, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado

En el ámbito nacionalista, la firma de Ramón Doll ha sido siempre una garantía de acierto en el juicio y de vigor en la expresión. Su estilo combativo e intolerante con el adversario, al que debía ridiculizar tanto como reducirlo al absurdo, despierta odios y amores por igual. Pero ese mismo estilo ha servido para poner las cosas en su lugar en la Historia Argentina. Hasta él, los seudoprofetas nacionales, aunque discutidos por nuestra generación en este o el otro aspecto de sus ideas, eran en general respetados como grandes escritores. Ramón Doll fue el primero que los negó en bloque, mostró su fundamental nocividad, y estableció una nueva escala de valores para juzgar sus obras.
Ante el peligro del marxismo que se comenzó a cernir sobre Argentina, Doll tuvo también una rápida reacción que se vió manifestada en este "Itinerario de la Revolución Rusa de 1917". En él:
“Nos proponemos explicar sincera e imparcialmente en qué consiste el mito del comunismo y cuál es su realidad. Suponemos que el comunismo sigue siendo para gran parte de las masas desheredadas una de esas ilusiones que, de tiempo en tiempo, remueven la humanidad ofreciéndole un porvenir mejor; ilusión alimentada por una propaganda falsa, razonada por medio de sofismas filosóficos y científicos que han quedado como los últimos residuos vitales del siglo XIX y calentada en la llama viva de una Revolución que en definitiva, bajo la costra de la ideología marxista, dejó al pueblo ruso en la miseria, ignorancia y explotación".
A vuelta de página, el escritor muestra todas las miserias de la sociedad organizada bajo un régimen liberal capitalista, con especial referencia a nuestro país. Agrega no querer aportar nueva argumentación contra la Revolución Rusa, ni tranquilizar a los burgueses sobre la imposibilidad de que el fenómeno ruso salga de sus fronteras; sino “hablar mano a mano” con el triste, con el infortunado. Si éste le dice que está desesperado, y dispuesto a vender su alma al diablo, y “ahora sí cree en el comunismo”, le contestará que se equivoca totalmente. Lo que sigue en diecisiete brevísimos capítulos es la más regocijante interpretación de la historia rusa, como la de una línea no evolutiva, sino rectilínea, del despotismo zarista hasta el despotismo comunista.
Doll comprende las miserias por las que pasa el trabajador argentino como terreno fecundo para tales teorías. "Lo vemos, lo hemos visto, a ese argentino infortunado. Cargado de familia, recoge en las llanuras un trigo que no le rinde nada, pero enriquece a los accionistas ingleses del ferrocarril, a los propietarios ausentistas del latifundio y a las dos o tres firmas exportadoras de cereal. Con un salario de hambre, vive en los conventillos de Buenos Aires un horrible contubernio familiar. Esos millares o millones de ex hombres y ex mujeres no entienden una jota de Carlos Marx, ni ganas tienen de meterse en una biblioteca a descifrar las polémicas de Lenin. Pero cualquier profesional alimentado por las filiales de Moscú sabe decirles lo que necesitan: que el comunismo pondrá en su olla todos los días una gallina, como quería un rey de Francia. Por lo menos, sabe decirles que su situación es miserable y que saldrán de ella con la revolución comunista. El ex hombre tendría cien razones para creerlo y no necesita más que una: su miseria. Acuciado con problemas caseros urgentes, inmediatos, que no se lo resuelven con frases de Marx y Engels; problemas de miseria real, con cesantía en la fábrica, una mujer tuberculosa en el Muñiz y cinco hijos que abren la boca y hay que echarles alguna cosa que no sea una vana cháchara sobre el materialismo dialéctico. Pero le niego rotundamente que con el comunismo encuentre solución alguna. Tendrá que trabajar más; se acabarán las ocho horas; se acabarán las huelgas; una policía inexorable lo perseguirá, lo humillará, y si por ahí se hace de algún enemigo, cualquier día una GPU lo liquidará tranquilamente. Se acabó el derecho de agremiarse, bastante retaceado, cierto, en el régimen burgués. Dirigirán los sindicatos donde nadie alzará la voz, y el que se atreva a alzarla, al día siguiente tendrá su historia, que puede terminar en trabajos forzados.
Esperamos demostrarle al obrero argentino cuál es el mito y cuál es la realidad de la Revolución Rusa".

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