Thursday, May 23, 2019

La historia falsificada - Ernesto Palacio

La historia falsificada - Ernesto Palacio
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http://www.libreria-argentina.com/libros/ernesto-palacio-la-historia-falsificada.html
9789500705813
82 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm. 
Ediciones Sieghels
2019, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado

El doctor Ernesto Palacio merece un lugar más que destacado entre los historiadores del movimiento nacionalista. Dueño de una pluma brillante, polemista implacable y teórico talentoso, es también un filósofo político capaz tanto de revisar la historia oficial tanto de esbozar teorías políticas dialogando con los grandes clásicos pero sin dejar de lado un sentimiento bien nuestro. Dentro del primer revisionismo, Ernesto Palacio fue el dueño del estilo más elegante y dinámico. No en vano Julio Irazusta, reconocido como la mayor figura del revisionismo, dijo de él que era "el mejor dotado de todos los escritores de nuestra generación".
La historia falsificada, publicado en 1939, por su claridad e influencia, resultó ser una especie de programa de lo que debía ser el entonces incipiente revisionismo histórico argentino.
Para Palacio, “La historia ha de ser viviente, estimulante, ejemplarizadora, o no servirá para nada… Domina en nuestro país la falsa idea de una historia dogmática y absoluta, cuyas conclusiones deben acatarse como cosa juzgada, so pena de incurrir en el delito de leso patriotismo. Aquí se ejercita un verdadero terrorismo de la ciencia oficial, por medio de la prensa, la universidad y la enseñanza media. Su consecuencia es el estancamiento de la labor histórica, cuyo corolario es un oscurecimiento cada vez mayor del sentimiento nacional, ya que las nuevas generaciones no encuentran, en el esquema heredado de sus padres y abuelos, los estímulos y lecciones que aquellos encontraron para la realización de su destino cívico…”
Siempre listo para polemizar con la historia oficial consagrada en el siglo XIX, la de Bartolomé Mitre y Vicente López. En ese terreno Palacio conjuga lucidez y vehemencia. Es certero y arbitrario. No calla, por caso, la influencia constante de la masonería, "sin cuya acción oculta y tesonera muchos acontecimientos históricos resultarían inexplicables". Destaca la "paciencia y prolijidad de araña" de Inglaterra para subvertir y dominar a las colonias españolas. Y en todo momento reivindica a la España imperial acosada por ingleses, franceses y portugueses.
El breve ensayo se constituyó en el más coherente y lúcido ataque a los fundamentos ideológicos y doctrinarios de la historia oficial. “Fraguada para servir a los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se la destinaba: fue el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea el partido de la civilización. No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de hacernos en cualquier forma, dueños de nuestros destinos, sino de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de someternos. No de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia, sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino de entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente, que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades, donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado es mal administrador”.
Para contrarrestar estos intentos de someternos, juzgaba una "consecuencia natural" la "exaltación de Rosas" como forma de "restauración de los valores menospreciados" por el régimen vencedor en el siglo XIX y su catálogo de ídolos y réprobos. "Rosas representa el honor, la unidad, la independencia de la patria. Si después del 53 seguimos siendo una nación, a Rosas se lo debemos, a la unión que se remachó durante su dictadura y que la ulterior tentativa secesionista no logró quebrar".
“Solamente una revisión honesta de nuestra historia nos pondrá en condiciones de proclamar abiertamente ante el mundo nuestro verdadero ser y nuestro ideal. Está todo tan mezclado, que nadie sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial”.
En efecto, la historia oficial que durante más de un siglo se enseñó a generaciones de argentinos se construyó para cumplir la función de un mito, o mejor aún, para crear una falsa tradición que sea capaz de sostener un proyecto político, económico y cultural de matriz antinacional. Por ende, no le permitió a nuestro pueblo tener conciencia de su identidad y proyectar su continuidad histórica como nación. Es decir, no le permitió a la Argentina salir del estado de postración y de fracaso en el que cayó desde que dejó de ser soberana. El mencionado autor lo decía claramente en otro de sus trabajos: “no hay Patria sin historia, que es la conciencia del propio ser… no sabemos que hacer porque no sabemos lo que somos”.

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